Clase Media - Héctor Destéfanis @ http://www.hectordestefanis.com.ar/
Diez años atrás hubiera sido impensable un paro general convocado por organizaciones de trabajadores para que el Estado bajara los impuestos. Hoy, sin embargo, eso parece posible.
La huelga general convocada para hoy por la CGT liderada por el camionero Hugo Moyano y por la CTA encabezada por el estatal Pablo Micheli presenta una motivación inédita, tradicionalmente mucho más relacionada con demandas de la clase alta y de los ejecutivos de empresas que con reivindicaciones de la clase obrera. Tiene como principal bandera el reclamo de que el Estado elimine o disminuya sensiblemente el impuesto a las ganancias a los trabajadores, con el argumento de que el salario no puede ser considerado ganancia.
Mientras la Presidenta se
jacta de un descenso de la pobreza y de una expansión de los sectores
medios, algunos datos estadísticos ofrecen curiosas y contradictorias
conclusiones
La era kirchnerista lo hizo posible. Y no porque, como esgrimirá el Gobierno, el salario de los trabajadores haya experimentado un increíble incremento en términos reales que ha equiparado a muchos obreros de hoy con los ejecutivos de ayer, sino por una voracidad fiscal sin límites, que ha hecho que un trabajador soltero en relación de dependencia que recibe apenas un poco más de dos salarios mínimos ya pague impuesto a las ganancias.
El salario mínimo, vital y móvil asciende actualmente a 2670 pesos, en tanto que un trabajador soltero debe tributar ganancias si su sueldo alcanza los 5782 pesos. En tanto, un trabajador casado, con dos hijos, debe pagar ese impuesto cuando su sueldo llegue a 7997 pesos, esto es, algo menos de tres salarios mínimos.
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pese a la fuerte inflación que acosa los bolsillos de los argentinos, ha mantenido congelado el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias desde abril de 2011. De esta manera, cualquier aumento salarial que se haya acercado este año al aumento del costo de vida real (alrededor del 25%) terminó siendo mucho menor por el impacto de los mayores descuentos en concepto de tributo a las ganancias. Este fenómeno es creciente a medida que los salarios brutos tienden a ser mayores.
Mientras la Presidenta se jacta de un descenso de la pobreza y de una expansión de los sectores medios sin parangón en ningún país del mundo, algunos datos estadísticos ofrecen curiosas y contradictorias conclusiones:
- Un trabajador en relación de dependencia con un ingreso de 5000 pesos mensuales brutos, que trabaja en la provincia de Buenos Aires, aporta al fisco poco más del 53% de su ingreso, por lo que debe trabajar 196 días para el Estado, de acuerdo con un trabajo de la Fundación Libertad y Progreso, realizado por los economistas Agustín Etchebarne e Iván Carrino.
- Según el mismo informe, los aportes jubilatorios de ese trabajador sumarían a lo largo de toda su vida laboral unos 3.300.000 pesos, equivalentes a diez casas de 330 mil pesos cada una. "En una palabra, al momento de retirarse, podría contar con diez alquileres de más de 1000 pesos cada uno; seguramente, mucho más que lo que obtendría como jubilación", de acuerdo con Etchebarne.
- De acuerdo con el Indec, una persona adulta podría vivir con 17 pesos por día o 510 pesos mensuales. Según Víctor Becker, titular del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano y ex director del Indec, esa estimación oficial conduciría a pensar que el 80% de los jubilados que ganan el haber mínimo ($ 1880) podría ahorrar unos 1370 pesos por mes o 17.800 al año.
- Las cifras de pobreza difundidas por el Indec dan cuenta de que apenas el 6,5% de la población argentina es pobre, un porcentaje inferior al de Suiza, Noruega, el Reino Unido de Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania, y casi igual al de Suecia, según los cálculos de Becker.
- Las distorsionadas estadísticas del Indec llegan a tal punto que si se considera que, entre junio de 2007 y mayo de 2012, el salario promedio de los trabajadores registrados creció un 187%, y que en igual período los precios al consumidor aumentaron tan sólo un 52,8% según el organismo oficial, el crecimiento del salario real llegaría al 87,8%, a razón de un 17% anual más que la inflación y a más del doble que el PBI. Un récord digno de ser inscripto en el libro Guinness, si no fuera porque la inflación medida por el Indec es aproximadamente tres veces inferior a la real.
Jueves 15 de noviembre de 2012 | 07:42
"Siempre me sentí muy orgullosa de ser parte de la clase media"
La Presidenta, quien tiene un patrimonio
de 82 millones de pesos, habló del crecimiento de la clase media y dijo
que es "un gran orgullo" pertenecer a esa franja
Detalles menores
Maldita clase media
Por Ernesto Tenembaum
Las mujeres de las que usted se enamoró, los hombres que deseó en
silencio, esa a la que usted nunca se le animó y todavía se pregunta qué
hubiera ocurrido si…, el hombre de su vida, su primera novia, el señor
que la hizo reír más que ningún otro pero al final la abandonó. Todas
esas personas. Y el editor que lee esta nota –que se sentirá
sorprendido, en este mismo instante, por la alusión–. El corrector, el
quiosquero que se la tiró debajo de la puerta, sus vecinos, la mayor
parte de sus líderes –ya sea del 54 o del 46 por ciento–, los
deportistas que festeja, los músicos que disfruta, los intelectuales que
lee. Sus hijos, sus padres. Los actores y directores de cine que lo
conmovieron, los escritores que le hacen volar la imaginación, su
librero de confianza y el florista de la esquina. Su maestra de la
escuela primaria, sus abuelos, el almacenero que le fiaba cuando era
chico y que ya no está porque se murió o se fundió, la mayoría de los
dirigentes de los organismos de derechos humanos.
Piense en todos ellos.
Tengo una noticia que darle. No sé si es mala o buena.
Es lo que es. Existe un noventa y cinco por ciento de posibilidades de que usted, sí, usted, el que tiene esta revista en sus manos, pertenezca a la clase media. Y, mire lo que le digo: no sólo usted, también yo.
Y todos los que mencioné al principio.
Es difícil entender por qué algunos sectores de la clase media odian a la clase media. Es un fenómeno, realmente, extraño. Pero uno lo percibe, cíclicamente, periódicamente.
Parece que los sectores medios
son gorilas –salvo aquellos que se dan cuenta de cómo son las cosas–. O
son egoístas. O apoyaron a la dictadura militar. O no se dan cuenta de
que hay personas que necesitan más que ellos y por lo tanto no valoran a
los gobiernos que están a favor de la justicia social y la inclusión.
Esta no es una columna sociológica. Pero creo que, dadas las generalizaciones que están tan de moda últimamente en círculos oficiales, quizá convenga recordar algunas cosas.
En principio, la clase media fue un hueso muy duro de roer para el menemismo. Cualquiera que recuerde con honestidad la manera en que se votaba cuando Carlos Menem ganaba elección tras elección, podrá contar la perplejidad de los analistas porque su ventaja era arrolladora tanto en los barrios privilegiados como en los humildes. Menem, en cambio, perdía, una y otra vez, aun en el apogeo de su liderazgo, en la Capital Federal y en casi todos los centros urbanos del país.
Por alguna razón, la clase media, que se benefició al menos en el primer mandato de Menem, le dio la espalda casi siempre. Menem perdía en la capital de Catamarca, y en la de Santiago del Estero, y en la de Tucumán. Y así. Una y otra vez, esa clase media fue buscando caminos, los que se presentaban, para terminar con esa etapa.
La resistencia periodística a ese proceso político se apoyaba en Página 12 que, créanme, se vendía más en Palermo o Caballito que en La Boca o Mataderos. Y Menem era arrasado ahí donde se vendía Página, pero ganaba o alcanzaba resultados más dignos en Recoleta o la Villa 31.
Si uno se va mucho más atrás en el tiempo, hay una elección muy demostrativa de algunos comportamientos de la clase media. Ocurrió en 1973, cuando fue el momento de mayor consenso de Juan Domingo Perón en toda su vida. Perón ganó ese año con el 62 por ciento de los votos en el país. Sin embargo perdió la elección para senador en Capital Federal, porque la clase media prefirió votar masivamente en contra de un candidato fascistón, llamado Sánchez Sorondo, y eligió en cambio a un ignoto abogado cordobés llamado Fernando de la Rúa.
La clase media también compra dólares, si puede, si le alcanza, si la dejan, y sueña con viajar al exterior y vota a veces a Macri y otras veces exige seguridad al límite de la violación a los derechos humanos. Eso es cierto. Pero también lo contrario.
Hubo, al respecto, dos o tres episodios muy significativos en la década del ochenta.
Uno fue el surgimiento del alfonsinismo, que fue algo así como una explosión de primavera política que resistía al mismo tiempo dos expresiones de la derecha más recalcitrante: la impunidad de los crímenes de la dictadura militar y el regreso al poder de sectores muy violentos del peronismo, asociados también al régimen que se retiraba. Y a ese movimiento lo nutrió la clase media.
Otro recuerdo es el de la Semana Santa de 1987, cuando se llenó la Plaza de Mayo durante cuatro días para resistir lo que se percibía como un intento de golpe militar. El domingo de ese fin de semana atravesé el conurbano para llegar a Plaza de Mayo. Era un día hermoso. Y cientos de miles de personas lo disfrutaban como si no pasara nada. En la Plaza estaba –mayoritariamente– la clase media.
Y el tercero es el del surgimiento del movimiento de derechos humanos. Éramos jóvenes universitarios.
Seamos francos: así era. La inmensa mayoría de clase media.
Desde ciertos sectores de la así llamada izquierda nacional, siempre hubo una especie de incorregible auto-odio. Son todos de clase media, pero la desprecian. Las chicanas son tan previsibles: les molesta que no haya té de Ceilán, dicen, citando al célebre Mordisquito. Puede ser que algo de eso ocurra. La clase media muchas veces es frívola, o no pasa las necesidades de otros sectores sociales, y por lo tanto no valora en su entera dimensión la satisfacción de esas carencias. Pero otras veces es una reserva contra muchos atropellos, justamente por eso: porque no depende del Estado, porque su relativo bienestar económico le permite tener parámetros más exigentes, porque sus valores históricos le hacen reaccionar –al menos a algunos de sus sectores, al menos a veces– frente a la falta de libertad o a violaciones a los derechos humanos.
Por unas y otras razones, gente muy distinta salió a manifestar hace dos semanas. Personas de clase media las despreciaron con el argumento de que… ¡pertenecen a la clase media!
No sé cómo calificarlo. Pero es raro. Es, francamente, muy raro.
Porque Eladia Blázquez y León Gieco, Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir, Fangio y el Beto Alonso, Quino, Caloi y Rep, Fito Páez, Cacho Castaña y Sandra Mihanovich, Adolfo Castelo, Jorge Lanata y Adrián Paenza, Felipe Pigna y María Sáenz Quesada, Estela de Carlotto y Adolfo Pérez Esquivel, CFK, Amado Boudou y Pino Solanas, entre tantos otros, son miembros de la clase media.
Algunos, gracias a lo que erróneamente la Presidenta llamó esta semana “american way of life”, ya son de clase recontra alta.
O se dan sus lujos: como el intendente de Florencio Varela o tantos otros habitantes de Puerto Madero.
Pero eran de clase media.
Aunque se hayan olvidado.
Con disculpas por la ofensa.
ENLACES/FUENTES:
http://articulos-interesantes.blogspot.com.ar/search/label/Argentina
http://buscar.lanacion.com.ar/clase%20media
http://hectordestefanis.blogspot.com.ar/
http://hologramablanco.blogspot.com.ar/2010/12/la-maldita-clase-media.html
http://la-nelly.blogspot.com.ar/
http://mamapierri.blogspot.com.ar/
http://veintitres.infonews.com/nota-5463-sociedad-Maldita-clase-media-.html
http://www.lanacion.com.ar/1508884-la-maldicion-argentina-de-ser-hoy-un-representante-de-la-clase-media
http://www.lanacion.com.ar/1528510-las-falacias-sobre-el-boom-de-la-clase-media
http://www.youtube.com/user/popololopopolo/videos?query=moonlight+sonata
http://www.youtube.com/user/ValentinaLisitsa/videos?sort=p&flow=grid&view=0
http://www.youtube.com/user/xSymbiose/videos
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