William Friedkin, uno de los grandes directores de cine norteamericano, responsable de clásicos como Contacto en Francia y El Exorcista, está de regreso en los cines con un nuevo trabajo.
La última película que se conoció de él en los salas argentinas fue La cacería (2003), con Benicio del Toro y Tommy Lee Jones.
Después hizo en el 2006 Bug com Ashley Judd que acá terminó directo en video.
Killer Joe, su nueva producción, está protagonizada por Matthew McConaughey y Emile Hirsch (Meteoro) y viene cosechando muy buenos comentarios en los festivales de cine donde se presentó.
En Argentina su estreno no está programado todavía.
Risotadas a todo volumen y aplausos con algo de recochineo resumieron ayer el estado de ánimo del personal después de ver la comedia más burra y cafre del lustro: Killer Joe, del ínclito William Friedkin. Intentar a estas alturas quitarle mérito al currículo de Friedkin sería cosa de necios, no por nada este señor con pinta de vecino de esos que escruta a la comunidad con sus prismáticos ha firmado obras del tamaño de El exorcista o la inmensa French connection. Sin embargo, de un tiempo a esta parte el cineasta de Chicago parece disfrutar del cine algo pasado de vueltas. Por si alguien tenía dudas de que no va a dejar de hacerlo solo hay que ver Killer Joe.
La historia es la adaptación de una obra de teatro de Tracy Letts que empezó a representarse en 1993 y que cuenta la historia de un jovenzuelo metido en líos con gente que no debe y que ve como única salida cargarse a su madre y cobrar el seguro de vida. Naturalmente, y aunque está apurado, no va a ser él el que se decida a cometer el crimen, así que decide contratar a un profesional (el Killer Joe del título, interpretado con montañas de bilis por Matthew McConaughey). El segundo problema del personaje (el jovenzuelo) es que no tiene ni un duro, así que lo mejor que se le ocurre es dejar a su hermana de garantía para el pistolero. Este acepta y a la hermana en cuestión -una señorita de moral extremadamente laxa- tampoco le parece mala idea. Luego empiezan las palizas, las amenazas, las persecuciones y las bofetadas a granel; a un par de los protagonistas los hinchan a guantazos en secuencias de esas que no gustarán a los que sufran de estómagos delicados.
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A los personajes a los que no les tocan la cara les esperan otras delicias. Todo ello contado en formato digital y clavándoles la cámara en el cogote a los que salen por ahí arrastrándose o huyendo de algo. Viendo cómo tratan a los protagonistas uno no puede dejar de pensar en el escritor Jim Thomson y, si se pone meticuloso, en la adaptación que el británico Michael Winterbottom hizo de la novela El demonio bajo la piel, y donde el personaje de Casey Affleck, un sheriff con problemas de autocontrol, deja las caras de sus amantes como una hamburguesa.
Hay mucho de negro y catártico en las aventuras de las criaturas de Friedkin, aunque a todos les falten una o varias tuercas. Hay también una secuencia de sexo oral (llamémosla así) que hizo que más de uno/a dejara la sala en estampida como si tuviera que buscar con urgencia una cabina para llamar a su madre. De hecho, Killer Joe te da pocas opciones, o te la miras con impasible regodeo o huyes y tratas de no pensar más en ello: "Se puede decir más alto pero no más claro", habrá pensado el director, un hombre de pocas manías. También hay en el filme un juego de esos tan clásicos en el que el primo de la historia acaba siendo el más listo del tablero y que enlaza Killer Joe con las películas de estafas y tomaduras de pelo que tanto gustan en Hollywood. Aun así hay que aclarar que la trayectoria comercial de este proyecto henchido en sangre y mala baba se antoja bastante dudoso, por no decir imposible. Demasiada hemoglobina y ninguna concesión.
Por cierto, acompañan a Matthew McConaughey, Emile Hirsch, Thomas Haden Church y Gina Gershon, aunque con las tortas que les llegan a dar lo del reconocimiento facial -llegados a cierto punto- se antoja bastante complicado.
Tiempos enfermos
Aunque ya no es un director masivo, William Friedkin perdura como emblema del Hollywood de los 70. Ha vuelto a su mejor forma en “Killer Joe”, un filme oscurísimo, basado en una pieza teatral. POR Javier Porta Fouz
William Friedkin hizo películas en el siglo pasado: en los
sesenta, en los setenta, en los ochenta, en los noventa. Y también en
este siglo, en su primera década y en esta joven segunda. Friedkin es,
como Martin Scorsese, como Clint Eastwood, uno de los venerables
veteranos de Hollywood todavía en actividad. Su última película
estrenada cabalmente en cines de la Argentina fue La cacería (“The
Hunted”, 2003), con Tommy Lee Jones y Benicio del Toro. La siguiente,
Bug (aquí titulada Peligro en la intimidad , 2006) también fue
estrenada en alguna sala o salita, pero mediante un dvd proyectado.
Las películas más famosas de Friedkin siguen siendo El exorcista (“The Exorcist”, 1973) y Contacto en Francia (“The French Connection”, 1971), dos títulos clave del imprescindible cine americano de los setenta. Director extraño, inestable, errático e inclasificable para algunos, para otros es un autor de firma reconocible. Sobrevalorado para algunos (Pauline Kael lo llamó “mentalmente desprotegido” en el momento del estreno de El exorcista ), para otros es una figura clave, y no solamente del cine de los setenta. Tanto Cruising (1980, ¿ya son los ochenta o todavía los setenta?) y Vivir y morir en Los Angeles (“To Live and Die in L.A.”, 1985) son dos thrillers fundamentales, todavía perturbadores y sorprendentes al ser revisados hoy.
En un artículo del libro El thriller USA de los 70 , Antonio José Navarro decía: “El thriller según William Friedkin escenifica la lucha de sus héroes contra su ‘lado oscuro’, un lado oscuro que acabará por engullirlos, ‘transformarlos’”. Ese “meterse en la piel” de aquello que persiguen será “un proceso que los empuja a tomar drásticas decisiones durante cada investigación, decisiones ‘al límite’, las cuales los apartan progresivamente de su ética profesional, de su identidad personal, hasta convertirlos en ‘el Otro’. El pathos que vertebra los thrillers de Friedkin, no solamente en esa época –cf.
Vivir y morir en Los Angeles – y tampoco necesariamente circunscritos al género que nos ocupa – El exorcista –, subraya el carácter falible de sus héroes. Jamás controlan la situación, sino todo lo contrario: esa situación –vinculada, como siempre en Friedkin, al Mal, al crimen, a la violencia, a lo monstruoso, a acontecimientos retorcidos y malsanos– acaba por dominarlos a ellos.” Desde diversos ángulos, hay diversas continuidades visibles en la obra de Friedkin: por ejemplo la temática gay en The Boys in the Band (“Los chicos de la banda”, 1970) y Cruising . O la adaptación teatral: ya estaba en The Birthday Party (1968), basada en la obra de Harold Pinter (que también hizo el guión), y las dos últimas películas de Friedkin se basan en sendas obras de teatro de Tracy Letts (conocido en Buenos Aires por Agosto: Condado Osage , que protagonizó Norma Aleandro en las temporadas 2009/10). Y ese peso teatral, que en Bug ataba quizás excesivamente a la película a un espacio demasiado homogéneo, en Killer Joe (2011) no se nota o, en todo caso, es eliminado por la tremenda potencia en esta película, una potencia tal vez monstruosa. Con Killer Joe Friedkin recupera con creces su capacidad de shock . Esta historia de una familia a la que llamar disfuncional es pecar de blandura es, como casi siempre en el director, un thriller que aterroriza ( El exorcista era una de terror que estremecía).
Killer Joe es una película importante, y no tiene pautado su estreno en cines en la Argentina. La película empezó su recorrido el año pasado en el Festival de Venecia, luego pasó por Toronto y Sitges, y ahí se detuvo, para recomenzar este año. De hecho, ese parate en su recorrido por los festivales tuvo que ver con su demorado estreno en Estados Unidos, que acaba de ocurrir el 27 de julio: casi un año después de su presentación en Venecia. Y eso a pesar de ser una película protagonizada por Matthew McConaughey, Emile Hirsch (Meteoro), Juno Temple, Thomas Haden Church y Gina Gershon. Pero no es una película para agradar a grandes públicos: de hecho, es una película horrible, desagradable, esto dicho como mera descripción, Killer Joe es una gran película.
El punto de partida argumental es un hijo que quiere matar a su madre, con la anuencia de su padre y de su hermana. Su padre ahora vive con su nueva mujer. Para eso, contratan a un asesino, el Killer Joe del título (McConaughey, que siempre fue un buen actor –ver EdTV o Tropic Thunder –, pero que ahora recibe esa clase de elogios que dicen algo así como “no era tan malo después de todo”).
Golpeadores golpeados
Adelantar detalles del argumento no tiene sentido, pero, para situar correctamente a Killer Joe , hay que decir que es una tragicomedia negra, del negro más oscuro. Corrosiva, apunta a la crítica destructiva: el ensañamiento contra la degradación moral y cultural del corazón de Estados Unidos sólo es equiparable al que hay en La idiocracia de Mike Judge (otra película que no tuvo la difusión que merecía). Pero si en la película de Mike Judge los dardos sociales se enmarcaban en un formato en cierta medida amable, muchas son las asperezas, filos y dardos de Killer Joe . Revulsiva, sucia, con personajes mal hablados, malignos, golpeados, golpeadores, que abusan de cuanta posición de poder tengan. La podredumbre es el signo de su ambiente y de su tiempo. Una película enferma para tiempos enfermos es la propuesta de Friedkin, y en ese sentido se emparienta con Contacto en Francia , de la que ya pasaron más de 40 años. Tal vez por eso, por esa conexión enfermiza, es que en el reciente Festival de Edimburgo (edición número 66 en junio-julio pasados) Friedkin estuvo para presentar ambas películas: Contacto en Francia un día antes del comienzo del festival, en una función con copia nueva digital de alta definición, y Killer Joe como apertura del festival.
Por un lado, hay que decir que la presencia de Friedkin (y de Gina Gershon) daban un buen marco: Friedkin es un gran showman , alguien que está de vuelta de muchas décadas y escenarios y que, con casi 80 años, puede darse el lujo de hacer una película que es un gran “fuck you” , una cumbre sabia y rabiosa de desencanto. Por otro lado, abrir el Festival de Edimburgo –el más antiguo de los actualmente existentes que se hizo con continuidad, sin interrupciones: Venecia y Cannes empezaron antes, pero hubo años en los que no se hicieron– con esta película fue una gran apuesta del nuevo director artístico Chris Fujiwara: función de gala, con actores famosos y funcionarios vestidos para la ocasión, en una sala hermosa, también de aspecto formal, con grandes cortinados.
Killer Joe comienza con una lluvia torrencial, un perro ladrando, un joven que quiere que le abran la puerta de una casa-tráiler- white-trash , golpea, grita, se moja, el perro ladra más fuerte, la lluvia se hace cada vez más intensa. Finalmente, abren la puerta, y lo primero que ve el muchacho es a la nueva mujer de su padre, cuyo único atuendo es una camiseta, de la cintura para abajo está desnuda, y el plano que Friedkin decide hacer es el de su pubis, que queda a la altura de los ojos del chico que busca entrar a la casa. Friedkin se pone explícito, frontal, desde el primer momento: Killer Joe es una película bestial, tremendamente divertida y perturbadora en su negritud. Una película desesperada, una farsa tan grosera como lúcida que, finalmente, terminó estrenándose en Estados Unidos una semana después que la última Batman . Pero, claro, en muchas menos salas.
Friedkin ya no es un director de llegada masiva: sigue siendo impactante y volvió a su mejor forma, pero para mucho menos gente que hace décadas. Signo de los tiempos, como la desesperanza de su película.
Las películas más famosas de Friedkin siguen siendo El exorcista (“The Exorcist”, 1973) y Contacto en Francia (“The French Connection”, 1971), dos títulos clave del imprescindible cine americano de los setenta. Director extraño, inestable, errático e inclasificable para algunos, para otros es un autor de firma reconocible. Sobrevalorado para algunos (Pauline Kael lo llamó “mentalmente desprotegido” en el momento del estreno de El exorcista ), para otros es una figura clave, y no solamente del cine de los setenta. Tanto Cruising (1980, ¿ya son los ochenta o todavía los setenta?) y Vivir y morir en Los Angeles (“To Live and Die in L.A.”, 1985) son dos thrillers fundamentales, todavía perturbadores y sorprendentes al ser revisados hoy.
En un artículo del libro El thriller USA de los 70 , Antonio José Navarro decía: “El thriller según William Friedkin escenifica la lucha de sus héroes contra su ‘lado oscuro’, un lado oscuro que acabará por engullirlos, ‘transformarlos’”. Ese “meterse en la piel” de aquello que persiguen será “un proceso que los empuja a tomar drásticas decisiones durante cada investigación, decisiones ‘al límite’, las cuales los apartan progresivamente de su ética profesional, de su identidad personal, hasta convertirlos en ‘el Otro’. El pathos que vertebra los thrillers de Friedkin, no solamente en esa época –cf.
Vivir y morir en Los Angeles – y tampoco necesariamente circunscritos al género que nos ocupa – El exorcista –, subraya el carácter falible de sus héroes. Jamás controlan la situación, sino todo lo contrario: esa situación –vinculada, como siempre en Friedkin, al Mal, al crimen, a la violencia, a lo monstruoso, a acontecimientos retorcidos y malsanos– acaba por dominarlos a ellos.” Desde diversos ángulos, hay diversas continuidades visibles en la obra de Friedkin: por ejemplo la temática gay en The Boys in the Band (“Los chicos de la banda”, 1970) y Cruising . O la adaptación teatral: ya estaba en The Birthday Party (1968), basada en la obra de Harold Pinter (que también hizo el guión), y las dos últimas películas de Friedkin se basan en sendas obras de teatro de Tracy Letts (conocido en Buenos Aires por Agosto: Condado Osage , que protagonizó Norma Aleandro en las temporadas 2009/10). Y ese peso teatral, que en Bug ataba quizás excesivamente a la película a un espacio demasiado homogéneo, en Killer Joe (2011) no se nota o, en todo caso, es eliminado por la tremenda potencia en esta película, una potencia tal vez monstruosa. Con Killer Joe Friedkin recupera con creces su capacidad de shock . Esta historia de una familia a la que llamar disfuncional es pecar de blandura es, como casi siempre en el director, un thriller que aterroriza ( El exorcista era una de terror que estremecía).
Killer Joe es una película importante, y no tiene pautado su estreno en cines en la Argentina. La película empezó su recorrido el año pasado en el Festival de Venecia, luego pasó por Toronto y Sitges, y ahí se detuvo, para recomenzar este año. De hecho, ese parate en su recorrido por los festivales tuvo que ver con su demorado estreno en Estados Unidos, que acaba de ocurrir el 27 de julio: casi un año después de su presentación en Venecia. Y eso a pesar de ser una película protagonizada por Matthew McConaughey, Emile Hirsch (Meteoro), Juno Temple, Thomas Haden Church y Gina Gershon. Pero no es una película para agradar a grandes públicos: de hecho, es una película horrible, desagradable, esto dicho como mera descripción, Killer Joe es una gran película.
El punto de partida argumental es un hijo que quiere matar a su madre, con la anuencia de su padre y de su hermana. Su padre ahora vive con su nueva mujer. Para eso, contratan a un asesino, el Killer Joe del título (McConaughey, que siempre fue un buen actor –ver EdTV o Tropic Thunder –, pero que ahora recibe esa clase de elogios que dicen algo así como “no era tan malo después de todo”).
Golpeadores golpeados
Adelantar detalles del argumento no tiene sentido, pero, para situar correctamente a Killer Joe , hay que decir que es una tragicomedia negra, del negro más oscuro. Corrosiva, apunta a la crítica destructiva: el ensañamiento contra la degradación moral y cultural del corazón de Estados Unidos sólo es equiparable al que hay en La idiocracia de Mike Judge (otra película que no tuvo la difusión que merecía). Pero si en la película de Mike Judge los dardos sociales se enmarcaban en un formato en cierta medida amable, muchas son las asperezas, filos y dardos de Killer Joe . Revulsiva, sucia, con personajes mal hablados, malignos, golpeados, golpeadores, que abusan de cuanta posición de poder tengan. La podredumbre es el signo de su ambiente y de su tiempo. Una película enferma para tiempos enfermos es la propuesta de Friedkin, y en ese sentido se emparienta con Contacto en Francia , de la que ya pasaron más de 40 años. Tal vez por eso, por esa conexión enfermiza, es que en el reciente Festival de Edimburgo (edición número 66 en junio-julio pasados) Friedkin estuvo para presentar ambas películas: Contacto en Francia un día antes del comienzo del festival, en una función con copia nueva digital de alta definición, y Killer Joe como apertura del festival.
Por un lado, hay que decir que la presencia de Friedkin (y de Gina Gershon) daban un buen marco: Friedkin es un gran showman , alguien que está de vuelta de muchas décadas y escenarios y que, con casi 80 años, puede darse el lujo de hacer una película que es un gran “fuck you” , una cumbre sabia y rabiosa de desencanto. Por otro lado, abrir el Festival de Edimburgo –el más antiguo de los actualmente existentes que se hizo con continuidad, sin interrupciones: Venecia y Cannes empezaron antes, pero hubo años en los que no se hicieron– con esta película fue una gran apuesta del nuevo director artístico Chris Fujiwara: función de gala, con actores famosos y funcionarios vestidos para la ocasión, en una sala hermosa, también de aspecto formal, con grandes cortinados.
Killer Joe comienza con una lluvia torrencial, un perro ladrando, un joven que quiere que le abran la puerta de una casa-tráiler- white-trash , golpea, grita, se moja, el perro ladra más fuerte, la lluvia se hace cada vez más intensa. Finalmente, abren la puerta, y lo primero que ve el muchacho es a la nueva mujer de su padre, cuyo único atuendo es una camiseta, de la cintura para abajo está desnuda, y el plano que Friedkin decide hacer es el de su pubis, que queda a la altura de los ojos del chico que busca entrar a la casa. Friedkin se pone explícito, frontal, desde el primer momento: Killer Joe es una película bestial, tremendamente divertida y perturbadora en su negritud. Una película desesperada, una farsa tan grosera como lúcida que, finalmente, terminó estrenándose en Estados Unidos una semana después que la última Batman . Pero, claro, en muchas menos salas.
Friedkin ya no es un director de llegada masiva: sigue siendo impactante y volvió a su mejor forma, pero para mucho menos gente que hace décadas. Signo de los tiempos, como la desesperanza de su película.
ENLACES/FUENTES:
http://www.proximosestrenos.com.ar/2012/05/killer-joe-el-regreso-de-william-friedkin/
http://elpais.com/diario/2011/09/09/cine/1315519204_850215.html
http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/William-Friedkin-Killer-Joe_0_753524706.html
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